Siempre les he tenido a mi alrededor, desde pequeña sentí su
compañía, su cariño, su humildad, su falta de rencor, su protección, su cuidado… su amor que no
depende de nada, que va más allá de la ignorancia, de la educación a palos de la
que se jactan algunos trogloditas que irónicamente
dan sentido a la palabra “animal”(no
pretendo ofender a nadie, es sólo lo que siento, pero si es así que sepas que tu también me
ofendes en cada maltrato). Por distintas y desafortunadas razones les he ido
perdiendo, era pequeña y dolía, sufría, no lo entendía. Pero siempre volvía
alguno, seguí creciendo con nuevos compañer@as de camino: Laika, Michel, Ronda,
Canela… Y a la vez seguí creciendo con
el sentimiento de pérdida, llorando cada vez nuevos incondicionales, y en cada lágrima mi corazón se distanciaba. “¡Ya
no quiero más por favor, ya no más!” Pedí muchas veces, pero en el mundo de los
machos cavernícolas hay que matar animales y servirse de otros animales para
sentirse realizado (de nuevo lo siento, pero si te molestan mis palabras, mi dolor
y mi sentido de la justicia están por delante de tu ofensa). Así que en mi vida
volvía a aparecer un pequeño cachorro incondicional desnudo de maldad, envuelto en lealtad, coleando alegría
y de un colazo borrando tus problemas cada día al recibirte. Y siempre, siempre,
sin pedir nada a cambio. Pero yo sin querer, me alejaba, fui convirtiéndome en
el Abuelo de Heidi, huraña y negada.
Fue entonces cuando aparecieron primero
Chiruka, con su pelo revuelto y su sabiduría innata, después Xiva, juguetona y traviesa, llena de amor y juventud y poniendo a prueba
cada día la paciencia de su compañera “la Chiru”.
Y yo me encontraba cómoda , a salvo, en ese alejamiento conveniente.
Hasta que mi corazón se develó, se confesó culpable de quererlas, de sufrir por
ellas sin condición, siguiendo el ejemplo de tantos maestros que pasaron por mi vida, de todos esos mis seres
incondicionales.
Hoy Chiruka ya no está, y casi avergonzada lluevo por las
esquinas, lato en gris, y sueño en condicional con recoger días pasados , con regalar
más caricias y derribar escudos que nunca debieron estar.